Un estudio realizado en más de 3.000 condados de EEUU por investigadores de Harvard muestra que hay una relación entre la exposición a un aire de mala calidad en las ciudades y una mayor letalidad de la Covid-19. Las partículas finas generadas por la combustión de los coches de motor empeoran el efecto del virus.
¿Tiene relación la mala calidad del aire que respiramos con una mayor letalidad de la Covid-19 sobre la población? La respuesta científica es que sí, y cuando más tiempo transcurre desde la eclosión de la pandemia y más avanzan los expertos en el estudio de lo que ocurre, más se confirma esta realidad. En El Ágora nos hemos hecho eco en los últimos meses de numerosos estudios científicos previos y voces de expertos que ponían el acento sobre esta cuestión.
La revista científica Science publica ahora un artículo que apunta en esa línea: la Covid-19 es más dañina allá donde peor aire se respira.
Es una afirmación, por otra parte, que podría parecer obvia si en lugar de aplicar los requerimientos metodológicos propios de los estudios médicos empleáramos solo la lógica común: tiene sentido pensar que el aire que se respira influye en las enfermedades respiratorias, como las provocadas por la gripe o el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2.
Pero en ciencia, las intuiciones no valen como verdades de fe, sino que tienen que ser sometidas a la comprobación, la refutación y la revisión. Esto es justo lo que acaba de hacer un equipo de investigadores de la Harvard TH Chan School of Public Health de Boston, liderados por el el doctor Xiao Wu. Los científicos han analizado 3.000 condados de EEUU, que abarcan el 98% de la población del país, y concluyen lo siguiente: la mala calidad del aire urbano es un factor que agrava el riesgo de la Covid-19.
Estudio en todos los Estados Unidos
Para llevar a cabo el estudio, los autores hicieron un análisis estadístico de datos de 3.089 condados de EEUU. Encontraron una correlación positiva entre la exposición histórica a partículas finas contaminantes del aire y la muerte por COVID-19.
Xiao Wu y sus colegas concluyen que un aumento de solo 1 microgramo por metro cúbico en la exposición promedio a largo plazo de un condado a contaminantes de partículas finas se asocia con un aumento del 11% en la tasa de mortalidad por COVID-19 en ese territorio.
Los autores ya habían adelantado parte de este trabajo en una prepublicación que dio a conocer en abril de este año la Universidad de Harvard, y ahora lo publican ampliado en Science, revista científica de referencia en comunicación de avances científicos a la comunidad investigadora. Es un un paper que ha pasado el filtro de la prestigiosa cabecera y el proceso de peer review o revisión por pares obligatorio para dar a conocer hallazgos en canales de comunicación especializados como Science.
El artículo de Science es parte de una colección especial de estudios que examinan cómo las pandemias del tipo Covid-19 se relacionan con las condiciones ambientales globales.
Para los autores, su trabajo tiene una aplicación inmediata: debe servir de pauta para que los administradores públicos y sanitarios prioricen medidas preventivas y de vigilancia de la Covid-19 en áreas de alta contaminación del aire.
Al mismo tiempo, el estudio refuerza la idea extendida entre autoridades sanitarias y ambientales de que la contaminación del aire, especialmente en las ciudades, es uno de los grandes retos sanitarios a los que nos enfrentamos, con virus como el de la Covid-19 por medio o sin él.
Entidades como la Agencia Europea de Medio Ambiente, la entidad oficial de la Comunidad Europea para la vigilancia ambiental, advierten de que es necesario tener estándares de calidad del aire más estrictos en general. Según unos de sus informes, la polución del aire causó 412.000 muertes prematuras en 41 países de Europa en 2016. Respecto a España, el total de muertes por contaminación atmosférica alcanzó la cifra de 34.300 en ese mismo año.
Nuevas evidencias
Los autores del trabajo, recién publicado en Science y centrado en Estados Unidos, tratan de añadir evidencias a lo ya sabido sobre el efecto de la mala calidad del aire y, especialmente, si se relaciona esta con virus respiratorios como el de la Covid-19.
“Se ha planteado la hipótesis de que los efectos sobre la salud personal de la COVID-19 pueden empeorar por la exposición prolongada a PM2,5, partículas con un diámetro de menos de 2, 5 micras que dañan el sistema respiratorio y cardiovascular. Sin embargo, la falta de datos a nivel individual disponibles públicamente inhibió la investigación”, afirman.
“La forma ideal de abordar preguntas sobre cómo la contaminación por PM2.5 podría influir en el curso de la pandemia implicaría el estudio de conjuntos de datos de salud detallados para un gran número de personas en todos ámbitos y lugares“, escriben los doctores Jeremy Jackson y Kip Hodges en un editorial que acompaña la publicación del paper en Science.
Para abordar el estudio del impacto potencial de la contaminación del aire en la mortalidad por COVID-19 los autores buscaron correlaciones entre las estimaciones de concentración de PM2,5 entre los años 2000 a 2016 en determinadas áreas de EEUU, definidas a un nivel geográfico de condado, un equivalente al municipio español, y las cruzaron con los recuentos acumulados de muertes por COVID-19 en las mismas áreas hasta el 18 de junio de 2020.
Además de la exposición a la contaminación del aire, los investigadores también identificaron en su modelo otros predictores de la mortalidad por COVID-19, incluido el ingreso familiar promedio o el origen étnico, cuestiones que en una sociedad como la estadounidense influyen de manera notoria sobre la salud.
La conclusión es que, incluso la exposición a PM2,5 a corto plazo aumenta el riesgo de infecciones agudas de las vías y un mayor efecto de la COVID-19, un motivo más para dar valor a las medidas antipolución.
Cambio climático y calidad del aire
Una de las consideraciones que merece la pena tener en cuenta es que las PM2,5, y otras partículas de grosor mayor y también dañinas como las PM10 se producen especialmente en el proceso de combustión de los vehículos a motor, especialmente los que usan diésel, un combustible que genera más residuos sólidos.
Habitualmente, se suele asociar las medidas de reducción del tráfico en ciudades o la creación de Zonas de Bajas Emisiones, como impone la UE a ciudades de más de 50.000 habitantes, al deseo de luchar contra el cambio climático. Pero esto no es así. El calentamiento global es producido por gases de efecto invernadero, como el CO2, que se produce también en la quema de combustibles fósiles. Pero el CO2 no tiene efectos dañinos directos y evidentes sobre la salud humana, sino un impacto sobre el clima a largo plazo.
Lo que las autoridades protegen al reducir el uso del coche en la ciudad son los pulmones de los ciudadanos. Respirar partículas u óxidos de nitrógeno, otra emisión típica de los motores de combustión, tiene un daño directo sobre la salud, que se sustancia en muertes prematuras, como afirma con rotundidad la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Ahora sabemos que si añadimos a la polución virus como el el SARS-CoV-2 el resultado es peor todavía.
Fuente: www.elagoradiario.com