La calidad del aire, clave para prevenir el contagio no solo del Covid-19

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La situación de pandemia que estamos viviendo con la Covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad que ya existía de revisar la calidad del aire que respiramos en los espacios interiores. Pasamos el 80% de nuestras vidas en interior: trabajo, centros comerciales, gimnasio, casa… Y en muchos casos el aire interior está más contaminado que el exterior, incluso en las grandes ciudades.

Pero esto no es nuevo. Los expertos, con la OMS a la cabeza, vienen advirtiendo desde mucho antes de la llegada de la crisis provocada por el virus del SARS-CoV-2, de la mala calidad del aire interior en centros de trabajo, y la señalan como la principal responsable de las bajas laborales.

Vivimos rodeados de microorganismos como las bacterias, los virus y los hongos, que dependiendo de su nivel de colonización y del tipo que sean, afectan de un modo u otro a nuestra salud. Los mayores riesgos se encuentran en los espacios cerrados, salvo que cuenten con una ventilación eficiente, lo que no ocurre en la mayoría de los casos.

La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica advertía este pasado mes de junio que «en 2016 más del 91% de la población mundial vivía en lugares en los que no se respetan las directrices de la Organización Mundial de la Salud sobre la calidad de aire. Las muertes prematuras por este motivo ascendían a 4,2 M en el mundo».

La situación de pandemia actual demanda, hoy más que nunca, soluciones eficientes para garantizar la calidad del aire en todo tipo de espacios interiores, y en esa búsqueda, la tecnología y la ciencia son nuestros aliados. En la actualidad son diversas las tecnologías que ayudan a eliminar microorganismos, como los Filtros HEPA, Fotocatálisis, Ionización, Radiación UVA y Ozono.

Si bien los filtros HEPA son una buena solución para retener partículas y otros contaminantes del aire en interior, no eliminan microorganismos. Por su parte, el Ozono ofrece ventajas en cuanto a seguridad, efectividad y sostenibilidad. Así, es uno de los oxidantes más potentes de la naturaleza; al ser un gas llega a todos los rincones, donde la desinfección manual es difícil; desinfecta sin dañar los materiales porque necesita bajas concentraciones y bajos tiempos de exposición; no daña las pantallas de móviles y ordenadores, ni la piel del mobiliario, ni los textiles delicados; tiene una alta eficacia como desodorizante, al eliminar el origen de los olores desagradables; y se produce in situ, reduciendo al mínimo la huella de carbono e impacto ambiental. Y además, se descompone rápidamente, volviendo a ser oxígeno y sin dejar subproductos químicos.

La mala calidad del aire en los espacios interiores en los que vivimos y desarrollamos nuestras actividades diarias es la causa de múltiples problemas de salud, que pueden ir desde una simple fatiga, irritabilidad o dificultad para concentrarse, hasta alergias, pasando por contagios en cadena de enfermedades tan frecuentes como una gripe. Los sistemas de purificación para mejorar la calidad del aire en interiores son las soluciones más efectivas frente a cualquier agente contaminante que pueda perjudicar la salud de las personas.

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