La mala calidad del aire en las urbes causa más de cuatro millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo. Según la OMS, el «asesino silencioso» son las partículas más pequeñas que provienen de los coches y de la industria.
El crimen perfecto existe, sucede justo delante de nosotros y a plena luz del día, con cada inhalación de aire urbano. Más de cuatro millones de las muertes prematuras anuales en todo el mundo están relacionadas directamente con la contaminación ambiental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El asesino flota en el aire. Es tan minúsculo que casi podríamos decir que es invisible, pero su tamaño es precisamente lo que hace que sea tan peligroso. Se trata de partículas que surgen de una mezcla de sustancias sólidas y líquidas, procedentes sobre todo de la combustión de los coches o de los contaminantes de los procesos industriales. Su diámetro es apenas la cuarta parte de un grano de polen y por ello no encuentra ninguna barrera para penetrar en nuestras vías aéreas y desde ellas pasar al sistema circulatorio.
Y todo ello sucede sin que nos demos cuenta, con cada bocanada de aire. La doctora María Neira, actual Directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, sostiene que esa es otra de las peculiaridades que hacen que el crimen sea perfecto: «El individuo no es capaz de detectar que hay un nivel de contaminación elevado. Evidentemente, las personas con patologías ya existentes, como los asmáticos, lo van a detectar mucho antes, al igual que aquellas personas que ejercen una actividad física que requiere una capacidad respiratoria importante, pero no es una sustancia tóxica que vemos o que tocamos. Por eso la llamamos en la OMS el asesino invisible, porque muchas veces no somos conscientes como individuo y eso hace que tampoco nos protejamos como sería aconsejable».
Su incursión en nuestro organismo deja huella, y si la exposición es prolongada esa huella será imborrable. El sistema respiratorio y el circulatorio son los afectados más directos, y por eso la mayor parte de enfermedades relacionadas se ubican en ellos: la contaminación atmosférica es responsable de cerca de la mitad de las muertes por Enfermedad Obstructiva Pulmonar Crónica (EPOC) en todo el mundo, de casi el 30% de las muertes por cáncer de pulmón y de una cuarta parte de las patologías y de las muertes por ictus o enfermedad isquémica del corazón. Un corazón enfermo de polución, como rezaba la famosa canción de los años 80.
¿Cuándo comienza a ser peligrosa la contaminación?
La doctora María Neira es tajante al respecto: «No hay un nivel de seguridad, no deberíamos respirar sustancias tóxicas; de haberlo, sería más bien cero». Se refiere a los niveles establecidos por la propia Organización Mundial de la Salud, basados en el grado de concentración en la atmósfera de las partículas de 2,5 micras de diámetro, y que tienen como objetivo servir como puntos de referencia para lograr bajar el grado de contaminación.
Según estos niveles, y gracias a la colaboración de más de 4.000 ciudades de todo el mundo que han monitorizado la calidad de su aire, más de la mitad de la población urbana mundial vive en ciudades que sobrepasan los niveles recomendados, y tan solo el 18% de la población urbana vive en ciudades cuyo aire muestra una concentración inferior a la del umbral más bajo, 10 µg/m3. A partir de él, los efectos sobre la salud comienzan a multiplicarse.
No se trata de un verdadero ranking, ya que depende de la propia participación de las ciudades analizadas, por lo que muchas de las que se han quedado fuera son susceptibles de robar los primeros puestos. Pese a ello, el listado es útil a la hora de comprobar si con el paso del tiempo aquellas poblaciones que se han comprometido a vigilar y luchar contra su contaminación consiguen mejoras, y también es útil para comprobar qué tipo de elementos se repiten entre aquellas ciudades con mejor o peor calidad de aire.
Las ciudades del Mediterráneo oriental y regiones africanas, seguidas por los países del Sudeste asiático, son las que refieren peores datos en este listado. Concretamente la India copa casi todos los últimos puestos con registros que superan hasta en 17 veces el nivel recomendado, como en el caso de las ciudades de Kanpur y Faridabad. No en vano en ese país la cifra de mortalidad anual asociada a la contaminación se acerca a los dos millones. Ambas ciudades muestran un perfil similar: están masificadas y son centros industriales. Kanpur es conocida por su industria del cuero, posee las mayores curtidurías del mundo, y Faridabad es el centro de todo tipo de fábricas, desde mecánicas a textiles y químicas.
En el extremo opuesto hay una excepción a cualquier norma: la ciudad de Sirnark, también conocida como «Nuh» , la forma kurda de «Noé», en referencia a la figura bíblica que llenó su arca de diferentes criaturas ante la llegada del diluvio universal. En la actualidad Sirnark escenario de otra tragedia, pero en este caso mucho más terrenal. El 75% de su superficie ha sido destruido fruto de los enfrentamientos entre las fuerzas especiales turcas y los kurdos. Pese a todo, y según los registros más recientes (2016), es la ciudad que muestra el aire menos contaminado, con una concentración que no llega al 1 µg/m3.
De la Ciudad de Noé pasamos al hogar de Papá Noel. Muonio, la siguiente en la lista, está situada en Laponia, y su paisaje se tiñe de nieve desde los primeros días de octubre hasta el comienzo de la primavera. Su aire apenas supera el 1 µg/m3 de concentración, y su perfil ya se adecúa a lo conocido, como sucederá sin excepciones en el resto de ciudades menos contaminadas. Se trata casi siempre de poblaciones más pequeñas, con menos habitantes, y ubicadas en países con ingresos altos.
Población vs dinero
¿Qué es más determinante para la contaminación? ¿La masificación o el nivel de ingresos? «Para nosotros, como Salud Pública», refiere María Neira, «lo que pesa mucho es la población, porque eso significa que hay un número más alto de habitantes que están sometidos a niveles altos de contaminación.» La directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS también reconoce que el riesgo puede disminuir con la capacidad económica, siempre y cuando esos recursos se destinen a luchar contra la contaminación, pero no es algo automático. Además, el que una ciudad tenga una renta per cápita elevada de media, no impide que existan núcleos de pobreza importantes dentro de ellas, aglomeraciones muy densificados con exceso de tráfico… y de contaminación.
El aire no conoce fronteras y por eso ésta es, o debería ser, una lucha global. El fenómeno conocido como Transboundary, sirve precisamente para explicar el riesgo de que un país pueda verse contaminado por el vecino. Eso sucede por ejemplo en el caso de Corea del Sur, donde tienen su propio problema de contaminación y al mismo tiempo son receptores de la de China. Lo mismo podría suceder dentro del mismo país, por eso, puesto que las medidas proceden de las propias ciudades, todas han de implicarse al mismo nivel.
El caso de España no es ninguna excepción en todo este escenario, también presentamos regiones con menor contaminación, por debajo de ese primer umbral de 10 µg/m3, pero al igual que sucede con otros países casi siempre se trata de poblaciones pequeñas o de ámbito rural. La mejor posicionada de las ciudades es Santa Cruz de la Palma, seguida de cerca por Benicàssim. Y la de mayor población con menor contaminación es Cáceres, con una concentración de 5,66 µg/m3.
En plena pelea por quitar, reestablecer o modificar Madrid central, ¿cuáles son las medidas más eficaces? «Cada ciudad tiene que hacer su propia evaluación», recomienda María Neira, «Si nos centramos en el modelo europeo, la medida más eficaz pasa por gestionar mejor el tráfico dentro de la ciudad y evitar o reducir la presencia de vehículos, sobre todo de diésel o vehículos más viejos con modelos de filtrado que son aún más contaminantes.» Esa medida ha de ir acompañada con un buen sistema de transporte público, que haga posible la movilidad dentro de las ciudades, y mejor aún si esos autobuses, por ejemplo, son eléctricos. También añade la doctora Neira la necesidad de mejorar los sistemas de gestión de energía, dentro y fuera del hogar. Utilizar la energía de forma razonable y eficaz, sin derroches, y optando por modelos de energías renovables. Nuestro modelo a seguir: las ciudades escandinavas, «a pesar del frío que hace, que a veces usamos como excusa», añade la doctora.
La propia Neira reconoce que estas medidas a veces son impopulares en un primer momento, pero también sostiene que todas las ciudades que han avanzado en ese sentido después no quieren volver atrás ya que ven los enormes beneficios que facilitan estas mismas medidas. A principios de octubre se celebró una cumbre de alcaldes del C40 en Copenhague, y los resultados fueron satisfactorios. «Los alcaldes se han comprometido a alcanzar los patrones», nos cuenta María Neira, «han entendido lo que eso representa, no solo evitar que la gente muera en las ciudades, no sé cómo pueden llevar esa carga de mortalidad sobre sus espaldas, también representa votos, los ciudadanos lo van a apreciar».
Todo pasa finalmente por una mayor concienciación, y parece que ya estamos en el camino. «La gente ha entendido que esto del cambio climático es también la calidad del aire y no solo los glaciares o los osos polares, son también mis pulmones», explica María Neira, «Cuando me preguntan por el Cambio Climático y digo que en lugar de llamarlo CC lo llamemos PP, por Pulmón Pulmón, la gente lo va a entender mejor porque es algo que te toca de cerca, tiene que ver con reducir la esperanza de vida y destruir la calidad de vida». Y no exagera al describir los riesgos, incluso en la Unión Europea, donde las concentraciones de partículas cumplen en muchos casos los niveles fijados en las directrices, se estima que la exposición a partículas de origen antropogénico reduce la esperanza media de vida en 8,6 meses.
Fuente original: El Mundo