Garantizar la calidad del aire interior es hoy una prioridad

Si algo ha puesto de manifiesto la pandemia provocada por la COVID-19 es la necesidad de mantener la calidad del aire interior en condiciones óptimas. Mucho antes de la irrupción del Coronavirus en nuestras vidas, la mayoría de las poblaciones urbanas ya pasaban entre el 80 y el 90% de su tiempo en espacios cerrados y la OMS (Organización Mundial de la Salud) llevaba años advirtiendo de que éstos podían estar hasta 10 veces más contaminados que el aire exterior.

Ahora, con la reactivación de la actividad en septiembre, la primera línea de defensa ante los efectos de la contaminación atmosférica y los virus pandémicos es, sin duda, la higiene; pero, además, es necesario incluir otras medidas que permitan garantizar la calidad del aire de los espacios cerrados. Sobre todo, de aquellos especialmente sensibles como pueden ser las oficinas y espacios de trabajo, los centros educativos o las zonas de ocio.

Y no solo como medida de prevención eficaz de la COVID-19. En el caso de las oficinas, es bien sabido que una mala calidad del aire interior cuesta a las empresas enormes costes por bajas no planificadas y una menor productividad. Sin olvidar las implicaciones para la salud de los empleados que puede tener -según datos del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal)-, en Europa, la exposición a partículas PM2,5 reduce la esperanza de vida en 8,6 meses.

No menos importante es la calidad del aire interior de escuelas y guarderías. Un estudio de 2016 publicado en Neuroimage indica que el desarrollo cognitivo y el proceso de madurez cerebral están estrechamente ligados al aire que respiramos. En este sentido, otro estudio de ISGLOBAL nos indica que la contaminación del aire quita 125.000 años de vida infantil en Europa, convirtiéndose en la exposición a factores de riesgo para menores más dañina, seguida del tabaco pasivo.

Momento de tomar cartas en el asunto

Ahora es un gran momento para tomar cartas en el asunto y aplicar las medidas que sean necesarias para garantizar que los espacios cerrados que compartimos no solo estén libres de virus, sino de aquellas partículas y gases contaminantes que afectan a la salud y a la calidad de vida de sus ocupantes.

En este sentido, en Zonair3D siempre hemos apostado por la purificación de aire y la calidad ambiental interior, con una larga trayectoria a nuestras espaldas. La compañía surgió de un deseo de encontrar una solución científica innovadora para poder obtener aire libre de factores contaminantes mediante sistemas de purificación que garantizan aire puro en cualquier lugar, siempre bajo la premisa de que nuestra tecnología cumple estrictamente las normas internacionales hospitalarias y sanitarias.

Reducción de la carga vírica

Ahora más que nunca es interesante contemplar la instalación de equipos de Calidad Ambiental Interior (CAI) que sean capaces de eliminar altos porcentajes de partículas de hasta 0,1 micras de tamaño. De esta forma se reduciría la carga vírica, factor que complica en gran medida tanto el contagio como el pronóstico de las personas afectadas.

En este sentido, los purificadores constituyen una importante medida de prevención ya que, como los guantes y las mascarillas, nos protegen ante cualquier virus suspendido en el aire, incluidos los coronavirus. Especialmente teniendo en cuenta que, en los espacios interiores, como en nuestros hogares, no solemos utilizar mascarillas u otras medidas preventivas similares.

Ejemplo de ello son las destacadas soluciones de Daitsu by Zonair3D que, gracias a su exclusivo sistema de filtración con tres etapas de filtraje, proporcionan una mejor calidad del aire con un nivel de pureza en partículas del 99.999%. Así, para aplicaciones como las indicadas resultarían especialmente adecuadas soluciones como la Pure Airbox o la Pure Airbox Home “S”, que filtran y purifican el aire contaminado convirtiéndolo en un aire óptimo llegando a niveles parecidos a los de un quirófano o una Unidad de Cuidados Intensivos, libre de partículas contaminantes y ozono, con una reducción de gases tóxicos irritantes y carcinógenos a niveles de confort. O Pure Air Control, sistema que purifica el aire de los espacios interiores sin ser visto.

En este sentido, es muy importante para una marca de nuestro sector –el de la purificación del aire– obtener los certificados EN-1822 de la Comunidad Europea, así como los tests individuales de cada filtro. Generamos aire puro al 99,999% con una ISO5 y así lo demuestran referencias como Médicos Sin Fronteras, el Ministerio de Defensa y otros hospitales de referencia en nuestro país.

Protección adicional clave

En un momento tan complicado como el actual, en el que la ventilación y la purificación del aire en espacios interiores es crucial, aplicar medidas de prevención al respecto se ha convertido en una prioridad. Como el uso de guantes o mascarillas, garantizar la calidad ambiental interior supone una protección adicional ante cualquier virus presente en el aire. La prevención pasa por soluciones de CAI. Con ellas, no solo se podrán minimizar los contagios de la COVID-19, si no que nos ayudará a crear un entorno más saludable que favorecerá el estado físico y mental de las personas.

Fuente: www.climanoticias.com

Por qué la contaminación del aire nos mata

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La directora del Departamento de Salud Pública de la OMS, María Neira, explica de qué forma respirar contaminación puede provocar más de 400.000 muertes prematuras al año en Europa.

Respirar. Miles de veces al día, todos necesitamos respirar. No podemos dejar de hacerlo. Más de 10.000 litros de aire pasan cada día por nuestros pulmones que, insaciables, piden más y de forma constante. Intente dejar de respirar un minuto. Difícil, ¿eh?

Y hay un número que debería cortarnos la respiración. Siete millones. Según estimaciones recientes de la OMS, la contaminación atmosférica en las ciudades y zonas rurales de todo el mundo provoca cada año siete millones de defunciones prematuras. Para hacerlo más cercano, más de 400.000 muertes prematuras al año en Europa. Hablamos de muerte prematura cuando nos referimos a un fallecimiento de una persona que entendemos que por su edad todavía no debería morir y no lo hace por causas de envejecimiento natural, es decir, es la muerte que se produce antes de la edad promedio de muerte en una población determinada.

Esta mortalidad se debe a la exposición a un enemigo invisible, unas partículas pequeñas de 2,5 micrones o menos de diámetro (PM2.5), que causan enfermedades cardiovasculares y respiratorias y cáncer. Una compleja mezcla de partículas sólidas, gotas líquidas y gases químicos que se forman de emisiones industriales, quema de combustibles sólidos, tráfico y muchas otras fuentes. Por ejemplo, el PM que se nos cuela en los pulmones cada vez que respiramos puede contener una mezcla de humo de motores diésel, metales tóxicos, nitratos y sulfatos. Atractivo, ¿no?

¿Esto quiere decir que el respirar nos está matando?

Según la evidencia de más de 70.000 publicaciones científicas que lo acreditan, sí: la mala calidad del aire que respiramos nos está enfermando y matando. Respirar aire contaminado tiene impactos negativos en casi todos los órganos de nuestro cuerpo, incluido nuestro cerebro.

Cada vez que respiramos aire contaminado, una mezcla de partículas tóxicas llega a nuestros pulmones y, desde allí, las más pequeñas pueden llegar a cualquier parte, atravesando incluso la barrera placentaria. Nos preocupan sobre todo el ozono (O3), el dióxido de nitrógeno (NO2), el dióxido de azufre (SO2) y las partículas (PM).

Son muchos los efectos a corto y a largo plazo que la contaminación atmosférica puede ejercer sobre la salud de las personas, aumenta el riesgo de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas, como el cáncer del pulmón, enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, y neumopatías crónicas, entre ellas, el asma.

Los efectos más graves se producen en las personas que ya están enfermas. Además, los grupos más vulnerables, como los niños, los ancianos y las familias de pocos ingresos y con un acceso limitado a la asistencia médica, son más susceptibles a los efectos nocivos de dicho fenómeno.

Hoy, ahora mismo, mientras lee este artículo, el 90% de la población vive en lugares donde no se respetan las directrices de la OMS sobre la calidad del aire. Es muy simple, cuanto más tiempo estemos expuestos y más altos sean los niveles de contaminación, más riesgo para nuestra salud.

Cierto, algunas muertes pueden atribuirse a más de un factor de riesgo al mismo tiempo. Por ejemplo, tanto el consumo de tabaco como la contaminación del aire ambiente pueden provocar cáncer de pulmón. Algunas de las muertes por cáncer de pulmón podrían haberse evitado con la mejora de la calidad del aire ambiente y con la reducción del consumo de tabaco.

Una evaluación de 2013 realizada por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS determinó que la contaminación del aire exterior es carcinógena para el ser humano y que las partículas del aire contaminado están estrechamente relacionadas con la creciente incidencia del cáncer, especialmente el cáncer de pulmón. También se ha observado una relación entre la contaminación del aire exterior y el aumento del cáncer de vías urinarias y vejiga.

¿Y dónde nos contaminamos? La mayoría de las fuentes de contaminación del aire exterior están más allá del control de las personas, no escogemos el aire que respiramos. Mejorar la calidad del aire requiere medidas por parte de las ciudades, de nuestros alcaldes y alcaldesas, y por supuesto también de las instancias nacionales e internacionales en sectores tales como transporte, energía, construcción y agricultura.

Pero hay razones para el optimismo. ¿Qué haría falta? ¿Qué funciona? La priorización del transporte urbano sostenible, sendas peatonales y de movilidad urbana sostenible y limpia. Una rápida transición a fuentes de energía renovables —¡basta de combustibles fósiles!—, viviendas energéticamente eficientes y una mejor gestión de residuos industriales y municipales permitirían reducir importantes fuentes de contaminación del aire en las ciudades. Algo como una “planificación urbana saludable y verde”.

Pero sobre todo, lo que haría falta sería no aceptar lo inaceptable, esos siete millones de muertes prematuras, querer respirar aire que no nos enferme, que no nos mate, ¿tan raro es?

Si algo hemos aprendido de esta excepcional e histórica experiencia de enfrentar una pandemia, seguro que a partir de ahora haremos lo posible para reducir nuestra vulnerabilidad como sociedad, para minimizar al máximo los riesgos a los que nuestra salud está expuesta. Combatir las causas del cambio climático y la contaminación del aire reducirá de forma crítica nuestro riesgo, es una lucha común que nos dará grandes beneficios para nuestra salud.

Si hemos aprendido algo, la prueba será que el día que nos quitemos las mascarillas, al menos respiraremos aire limpio.

Fuente: www.elpais.com

La contaminación del aire causó más de 6,6 millones de muertes en 2019

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“El mayor número de personas afectadas por la mala calidad del aire se encuentra en países del sur y este de Asia, la India y China», según el reporte Estado Global del Aire 2020.

El informe titulado Estado Global del Aire 2020, publicado este miércoles, indicó que la contaminación del aire causó 6.67 millones de muertes a nivel mundial el año pasado.

Según el reporte, «la contaminación del aire es el principal factor de riesgo ambiental y su impacto total es superado solamente por la presión arterial alta (que causó 10,8 millones de muertes en 2019), el consumo de tabaco (8,71 millones) y riesgos alimentarios (7,94 millones)».

Respecto al número de muertes en recién nacidos, el informe indicó que la mala calidad del aire también provocó la muerte de cerca de 500.000 bebés en su primer mes de vida en todo el mundo durante el 2019.

El reporte agregó además que «debido a las restricciones causadas por la pandemia de coronavirus (COVID-19), el nivel de monitoreo de la calidad del aire desde satélites y en tierra ha mostrado reducciones sustanciales en las concentraciones de contaminantes como el dióxido de nitrógeno (NO2) y, en algunos casos, reducciones modestas en otros contaminantes”.

A pesar de esto, según el reporte, estos cambios positivos en la calidad del aire fueron solo temporales ya que, tras el levantamiento de las restricciones, las emisiones han aumentado rápidamente, borrando cualquier ganancia.

La pandemia de COVID-19 ha cobrado la vida de más de 1,13 millones de vidas en 189 países y regiones desde diciembre del año pasado.

Según información recopilada por Worldometer, considerado uno de los mejores sitios web de referencia para seguir las estadísticas de la pandemia, el número total de casos de coronavirus en el planeta ascendió este miércoles a 41.189.010, mientras 30.708.716 pacientes se han logrado recuperar.

El informe señaló además que los tres países con la exposición más alta a malas condiciones del aire en todo el mundo son India, Nepal y Níger, mientras que los tres países con la exposición más baja fueron Australia, Brunéi y Canadá en 2019.

“El mayor número de personas afectadas por la mala calidad del aire se encuentra en países del sur y este de Asia, la India y China», agregó el informe y concluyó que desde 2010, el uso de combustibles sólidos ha disminuido lentamente y de forma constante en la mayoría de las regiones, en particular en el sur de Asia y el sudeste y este de Asia y Oceanía.

La OMS reitera que la contaminación del aire empeora el pronóstico de la Covid-19

La Oficina Regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recordado este lunes 7 de septiembre, con motivo de la celebración del primer Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, que la contaminación empeora el pronóstico del Covid-19 y aprovecha la ocasión para reclamar a los países europeos que sigan en el esfuerzo de reducir la emisión de contaminantes y garantizar la calidad del aire tanto en espacios abiertos como en recientos cerrados como los domicilios privados y las oficinas.

“La mala calidad del aire es un factor de riesgo importante para las enfermedades respiratorias y cardiovasculares agudas y crónicas. Se cree que las personas que tienen estas afecciones médicas subyacentes tienen un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad grave a causa de la infección por Covid-19; por lo tanto, la contaminación del aire es probablemente un factor que contribuye a la carga para la salud causada por Covid-19”, detalla la oficina europea de la OMS.

Durante esta pandemia mundial causa por el nuevo coronavirus “también hemos visto una reducción importante, aunque a corto plazo, de la contaminación del aire en las ciudades”, indica la OMS como ejemplo de los avances que deberían consolidarse en el futuro.

Esta reducción es más destacada en el caso de los óxidos de nitrógeno (NOₓ), contaminante muy relacionado con el tráfico, que es una de las actividades más afectadas por las medidas de cierre. Los datos europeos de algunas ciudades han mostrado una reducción de alrededor del 50%, y en algunos casos hasta el 70%, en los niveles de NO₂ en comparación con los valores previos al cierre.

La Covid-19 es una tragedia en desarrollo pero, al mismo tiempo, nos ha brindado una oportunidad sin precedentes de presenciar cómo las políticas relacionadas con el transporte y la forma en que las personas trabajan, estudian y consumen, podrían capitalizarse a medida que avanzamos colectivamente hacia un “Nueva normalidad” que podría generar beneficios ambientales y para la salud.

“La contaminación del aire es una de las principales causas de mortalidad. El Día Internacional del Aire Limpio para los cielos azules es un recordatorio pertinente de que debemos trabajar juntos para combatir la contaminación del aire para proteger la salud y la vida de las generaciones actuales y futuras ”, ha explicado Hans Henri P. Kluge, director regional de la OMS para Europa.

La Covid-19 ha tenido un impacto devastador en todo el mundo. Pero las medidas de respuesta no solo han protegido nuestra salud, sino que también han logrado lograr mejoras a corto plazo en la calidad del aire. Con una acción planificada y sostenible contra la contaminación del aire, tenemos pruebas de que podemos abordar la carga de salud a largo plazo y el desafío climático, mejorando drásticamente la calidad de vida “.

Esta ambición de sostenibilidad ambiental a más largo plazo se refleja en el “Manifiesto para una recuperación saludable de Covid-19” de la OMS, que tiene un fuerte enfoque en reducir la contaminación del aire y reconocer los amplios beneficios de una mejor calidad del aire. Esto sigue a un llamado a nivel de las Naciones Unidas del Secretario General António Guterres en mayo “para utilizar la recuperación para reconstruir mejor”, para aprovechar la oportunidad que nos ha presentado la Covid-19.

Una recuperación social y económica responsable también puede abordar preocupaciones urgentes sobre el medio ambiente y el cambio climático. En la Unión Europea (UE) esto resuena en el Pacto Verde Europeo, lanzado a finales del año pasado como un impulso hacia una transición justa de la economía de la UE.

Mejorar la calidad del aire puede mejorar la mitigación del cambio climático y los esfuerzos de mitigación del cambio climático pueden, a su vez, mejorar la calidad del aire. Al promover la sostenibilidad ambiental de la mano de la recuperación económica, podemos dar grandes pasos hacia la mitigación del cambio climático y el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A largo plazo, esto también protegerá nuestra salud y la resiliencia de nuestros sistemas de salud, sin dejar a nadie atrás.

Fuente:www.lavanguardia.com

Los expertos alertan del peligro de tener una falsa seguridad con filtros de aire que no están homologados

Alberto Meiss, Doctor Arquitecto y miembro de la Junta Directiva de Aescai en las Noticias de TV Castilla y León:

Los expertos alertan del peligro de tener una falsa seguridad con filtros que no están homologados y pueden generar confusión entre los consumidores. Un laboratorio en la Universidad de Valladolid lleva desde verano probando diferentes equipos antes de instalarlos en sus aulas. Los ensayos en este laboratorio son concluyentes: La ventilación natural en un espacio cerrado no es suficiente porque quedan zonas muertas sin renovar el aire

Fuente:www.cyltv.es

Mala calidad del aire y Covid-19, ecuación mortal según la ciencia

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Un estudio realizado en más de 3.000 condados de EEUU por investigadores de Harvard muestra que hay una relación entre la exposición a un aire de mala calidad en las ciudades y una mayor letalidad de la Covid-19. Las partículas finas generadas por la combustión de los coches de motor empeoran el efecto del virus.

¿Tiene relación la mala calidad del aire que respiramos con una mayor letalidad de la Covid-19 sobre la población? La respuesta científica es que sí, y cuando más tiempo transcurre desde la eclosión de la pandemia y más avanzan los expertos en el estudio de lo que ocurre, más se confirma esta realidad. En El Ágora nos hemos hecho eco en los últimos meses de numerosos estudios científicos previos y voces de expertos que ponían el acento sobre esta cuestión.

La revista científica Science publica ahora un artículo que apunta en esa línea: la Covid-19 es más dañina allá donde peor aire se respira.

Es una afirmación, por otra parte, que podría parecer obvia si en lugar de aplicar los requerimientos metodológicos propios de los estudios médicos empleáramos solo la lógica común: tiene sentido pensar que el aire que se respira influye en las enfermedades respiratorias, como las provocadas por la gripe o el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2.

Pero en ciencia, las intuiciones no valen como verdades de fe, sino que tienen que ser sometidas a la comprobación, la refutación y la revisión. Esto es justo lo que acaba de hacer un equipo de investigadores de la Harvard TH Chan School of Public Health de Boston, liderados por el el doctor Xiao Wu. Los científicos han analizado 3.000 condados de EEUU, que abarcan el 98% de la población del país, y concluyen lo siguiente: la mala calidad del aire urbano es un factor que agrava el riesgo de la Covid-19.

Estudio en todos los Estados Unidos

Para llevar a cabo el estudio, los autores hicieron un análisis estadístico de datos de 3.089 condados de EEUU. Encontraron una correlación positiva entre la exposición histórica a partículas finas contaminantes del aire y la  muerte por COVID-19.

Xiao Wu y sus colegas concluyen que un aumento de solo 1 microgramo por metro cúbico en la exposición promedio a largo plazo de un condado a contaminantes de partículas finas se asocia con un aumento del 11% en la tasa de mortalidad por COVID-19 en ese territorio.

Los autores ya habían adelantado parte de este trabajo en una prepublicación que dio a conocer en abril de este año la Universidad de Harvard, y ahora lo publican ampliado en Science, revista científica de referencia en comunicación de avances científicos a la comunidad investigadora. Es un un paper que ha pasado el filtro de la prestigiosa cabecera y el proceso de peer review o revisión por pares obligatorio para dar a conocer hallazgos en canales de comunicación especializados como Science.

El artículo de Science es parte de una colección especial de estudios que examinan cómo las pandemias del tipo Covid-19 se relacionan con las condiciones ambientales globales.

Para los autores, su trabajo tiene una aplicación inmediata: debe servir de pauta para que los administradores públicos y sanitarios prioricen medidas preventivas y de vigilancia de la Covid-19 en áreas de alta contaminación del aire.

Al  mismo tiempo, el estudio refuerza la idea extendida entre autoridades sanitarias y ambientales de que la contaminación del aire, especialmente en las ciudades, es uno de los grandes retos sanitarios a los que nos enfrentamos, con virus como el de la Covid-19 por medio o sin él.

Entidades como la Agencia Europea de Medio Ambiente, la entidad oficial de la Comunidad Europea para la vigilancia ambiental, advierten de que es necesario tener estándares de calidad del aire más estrictos en general. Según unos de sus informes, la polución del aire causó 412.000 muertes prematuras en 41 países de Europa en 2016Respecto a España, el total de muertes por contaminación atmosférica alcanzó la cifra de 34.300 en ese mismo año.

Nuevas evidencias

Los autores del trabajo, recién publicado en Science y centrado en Estados Unidos, tratan de añadir evidencias a lo ya sabido sobre el efecto de la mala calidad del aire y, especialmente, si se relaciona esta con virus respiratorios como el de la Covid-19.

“Se ha planteado la hipótesis de que los efectos sobre la salud personal de la COVID-19 pueden empeorar por la exposición prolongada a PM2,5, partículas con un diámetro de menos de 2, 5 micras que dañan el sistema respiratorio y cardiovascular. Sin embargo, la falta de datos a nivel individual disponibles públicamente inhibió la investigación”, afirman.

“La forma ideal de abordar preguntas sobre cómo la contaminación por PM2.5 podría influir en el curso de la pandemia implicaría el estudio de conjuntos de datos de salud detallados para un gran número de personas en todos ámbitos y lugares“, escriben los doctores Jeremy Jackson y Kip Hodges en un editorial que acompaña la publicación del paper en Science.

Para abordar el estudio del impacto potencial de la contaminación del aire en la mortalidad por COVID-19 los autores buscaron correlaciones entre las estimaciones de concentración de PM2,5 entre los años 2000 a 2016 en determinadas áreas de EEUU, definidas a un nivel geográfico de condado, un equivalente al municipio español, y las cruzaron con los recuentos acumulados de muertes por COVID-19 en las mismas áreas hasta el 18 de junio de 2020.

Además de la exposición a la contaminación del aire, los investigadores también identificaron en su modelo otros predictores de la mortalidad por COVID-19, incluido el ingreso familiar promedio o el origen étnico, cuestiones que en una sociedad como la estadounidense influyen de manera notoria sobre la salud.

La conclusión es que, incluso la exposición a PM2,5 a corto plazo aumenta el riesgo de infecciones agudas de las vías y un mayor efecto de la COVID-19, un motivo más para dar valor a las medidas antipolución.

Cambio climático y calidad del aire

Una de las consideraciones que merece la pena tener en cuenta es que las PM2,5, y otras partículas de grosor mayor y también dañinas como las PM10 se producen especialmente en el proceso de combustión de los vehículos a motor, especialmente los que usan diésel, un combustible que genera más residuos sólidos.

Habitualmente, se suele asociar las medidas de reducción del tráfico en ciudades o la creación de Zonas de Bajas Emisiones, como impone la UE a ciudades de más de 50.000 habitantes, al deseo de luchar contra el cambio climático. Pero esto no es así. El calentamiento global es producido por gases de efecto invernadero, como el CO2, que se produce también en la quema de combustibles fósiles. Pero el CO2 no tiene efectos dañinos directos y evidentes sobre la salud humana, sino un impacto sobre el clima a largo plazo.

Lo que las autoridades protegen al reducir el uso del coche en la ciudad son los pulmones de los ciudadanosRespirar partículas u óxidos de nitrógeno, otra emisión típica de los motores de combustión, tiene un daño directo sobre la salud, que se sustancia en muertes prematuras, como afirma con rotundidad la Agencia Europea de Medio Ambiente.

Ahora sabemos que si añadimos a la polución virus como el el SARS-CoV-2 el resultado es peor todavía.

Fuente: www.elagoradiario.com

Un estudio estima que la exposición a la contaminación del aire aumenta un 15% las muertes por Covid en todo el mundo

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Los autores señalan que no se trata de una relación directa causa-efecto, sino que la contaminación atmosférica agrava las patologías previas que pueden llevar a un desenlace fatal al infectarse de Covid.

Que la contaminación del aire tiene consecuencias para la salud no es ninguna novedad: accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón, neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma… Tampoco es nuevo que aumenta la mortalidad por coronavirus, como ha señalado algún que otro estudio en estos meses, aunque las cifras varían. Ahora una nueva investigación, publicada este martes en Cardiovascular Research, ha estimado la proporción de muertes por coronavirus que podrían atribuirse a los efectos exacerbados de la contaminación del aire para todos los países del planeta y atribuye a este factor alrededor del 15% de los fallecimientos en todo el mundo por Covid-19.

En Europa la proporción es aproximadamente del 19%, en América del Norte un 17% y en Asia Oriental, el 27%. En el estudio los autores indican que estas proporciones son una estimación de «la fracción de muertes por Covid que podrían evitarse si la población estuviera expuesta a hipotéticos niveles de contaminación del aire más bajos, sin las emisiones relacionadas con los combustibles fósiles y otros factores antropogénicos [causados por humanos]».

Los autores añaden que esta «fracción atribuible no implica una relación directa causa-efecto entre la contaminación atmosférica y la mortalidad por Covid (aunque es posible). Se refiere, en cambio, a la relación entre los dos elementos, directa e indirecta, es decir, que agrava las comorbilidades (otras patologías previas) que podrían conducir a desenlaces fatales de la infección por el virus».

Los investigadores han utilizado datos epidemiológicos de estudios previos de EEUU y China sobre contaminación del aire y Covid-19 y el brote de SARS en 2003, apoyados con datos adicionales de Italia. Lo combinaron con datos satelitales que muestran la exposición global a las partículas finas contaminantes conocidas como partículas en suspensión, concretamente a las menores de 2,5 micras (PM2,5), con información de las condiciones atmosféricas y con redes de vigilancia de la contaminación en tierra para crear un modelo que calcule la fracción de muertes por coronavirus que podrían atribuirse a la exposición a largo plazo a las PM2,5. Los investigadores, que se han basado en datos epidemiológicos recopilados la tercera semana de junio de este año, creen necesario realizar una evaluación completa cuando la pandemia remita.

Concretando por países las estimaciones varían. Así, la contaminación del aire contribuyó al 29% de las muertes por coronavirus en la República Checa, al 27% en China, al 26% en Alemania, 22% en Suiza, 21% en Bélgica, 19% en los Países Bajos, 18% en Francia, 16% en Suecia, 15% en Italia, 14% en el Reino Unido, 12% en Brasil, 11% en Portugal, 8% en Irlanda, 6% en Israel, 3% en Australia y solo un 1% en Nueva Zelanda. En el caso de España, la estimación es del 9%.

«Dado que el número de muertes por Covid-19 está aumentando todo el tiempo, no es posible dar números exactos o finales de muertes por coronavirus por país que puedan atribuirse a la contaminación del aire. Sin embargo, como ejemplo, en Reino Unido ha habido más de 44.000 muertes por Covid y estimamos que la fracción atribuible a la contaminación del aire es del 14%, lo que significa que más de 6.100 muertes podrían achacarse a esa causa. En EEUU que lleva más de 220.000 muertes, con un porcentaje del 18%, se podrían atribuir 40.000 muertes a la contaminación del aire», señala el profesor del Instituto Max Planck de Química (Alemania) Jos Lelieveld, uno de los autores de este estudio.

«Cuando las personas inhalan aire contaminado, las partículas contaminantes muy pequeñas, las PM2,5, migran de los pulmones a la sangre y los vasos sanguíneos, causando inflamación y estrés oxidativo severo, que es un desequilibrio entre los radicales libres y los oxidantes en el cuerpo que normalmente reparan el daño a las células. Esto causa daño al revestimiento interno de las arterias, el endotelio, y conduce al estrechamiento y endurecimiento de las arterias. El virus SARS-CoV-2 también entra en el cuerpo a través de los pulmones, causando daños similares a los vasos sanguíneos, y ahora se considera una enfermedad endotelial», explica otro de los autores, el profesor Thomas Münzel del Centro Médico Universitario de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia (Alemania).

«Si se juntan tanto la exposición prolongada a la contaminación del aire como la infección por Covid-19, entonces tendremos un efecto adverso añadido sobre la salud, particularmente con respecto al corazón y los vasos sanguíneos, lo que conduce a una mayor vulnerabilidad y menor resistencia a la Covid. Si la persona ya tiene una enfermedad cardíaca, la contaminación del aire y la infección por coronavirus causarán problemas que pueden provocar ataques cardíacos, insuficiencia cardíaca y derrames cerebrales«, continúa Münzel.

En cuanto a trabajos anteriores que sugieren que las partículas finas pueden prolongar la vida atmosférica de los virus infecciosos y ayudarlos a infectar a más personas, Lelieveld aseguró que «es probable que las partículas en suspensión jueguen un papel en los ‘eventos de superdifusión’ favoreciendo la transmisión».

«Las partículas en suspensión parecen aumentar la actividad de un receptor en la superficie celular llamado ACE-2, que está involucrado en la forma en la que el SARS-CoV-2 infecta las células. Así que tenemos un ‘doble impacto’: la polución del aire daña los pulmones e incrementa la actividad de ACE-2, lo que lleva a una mayor absorción del virus por los pulmones y probablemente por los vasos sanguíneos y el corazón», añade Münzel.

El estudio, que también es el primero de su tipo en distinguir entre las fuentes de contaminación del aire relacionadas con los combustibles fósiles y otras provocadas por el hombre, concluye: «Nuestros resultados sugieren el potencial de beneficios sustanciales de reducir la exposición a la contaminación del aire. Una lección de nuestra perspectiva ambiental de la pandemia es que es necesario acelerar la búsqueda de políticas efectivas para reducir las emisiones antropogénicas, que causan tanto la contaminación del aire como el cambio climático. La pandemia terminará con la vacunación de la población o con la inmunidad colectiva por la infección extensa de la población. Sin embargo, no existen vacunas contra la mala calidad del aire y el cambio climático. El remedio es mitigar las emisiones. La transición a una economía verde con fuentes de energía limpias y renovables promoverá la salud pública y ambiental a nivel local mediante la mejora de la calidad del aire y a nivel mundial al limitar el cambio climático».

Entre las limitaciones de la investigación, destaca que los datos epidemiológicos de EEUU se recopilaron a nivel de condados y no individualmente, lo que dificulta la exclusión de factores de confusión, y que los datos se han recopilado en países de ingresos medios-altos (China, EEUU corroborados con datos de Europa), pero los cálculos se hicieron para todos los países del mundo, lo que significa que los resultados para los de bajos ingresos pueden ser menos sólidos.

Fuente: www.elmundo.es

La calidad del aire, clave para prevenir el contagio no solo del Covid-19

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La situación de pandemia que estamos viviendo con la Covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad que ya existía de revisar la calidad del aire que respiramos en los espacios interiores. Pasamos el 80% de nuestras vidas en interior: trabajo, centros comerciales, gimnasio, casa… Y en muchos casos el aire interior está más contaminado que el exterior, incluso en las grandes ciudades.

Pero esto no es nuevo. Los expertos, con la OMS a la cabeza, vienen advirtiendo desde mucho antes de la llegada de la crisis provocada por el virus del SARS-CoV-2, de la mala calidad del aire interior en centros de trabajo, y la señalan como la principal responsable de las bajas laborales.

Vivimos rodeados de microorganismos como las bacterias, los virus y los hongos, que dependiendo de su nivel de colonización y del tipo que sean, afectan de un modo u otro a nuestra salud. Los mayores riesgos se encuentran en los espacios cerrados, salvo que cuenten con una ventilación eficiente, lo que no ocurre en la mayoría de los casos.

La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica advertía este pasado mes de junio que «en 2016 más del 91% de la población mundial vivía en lugares en los que no se respetan las directrices de la Organización Mundial de la Salud sobre la calidad de aire. Las muertes prematuras por este motivo ascendían a 4,2 M en el mundo».

La situación de pandemia actual demanda, hoy más que nunca, soluciones eficientes para garantizar la calidad del aire en todo tipo de espacios interiores, y en esa búsqueda, la tecnología y la ciencia son nuestros aliados. En la actualidad son diversas las tecnologías que ayudan a eliminar microorganismos, como los Filtros HEPA, Fotocatálisis, Ionización, Radiación UVA y Ozono.

Si bien los filtros HEPA son una buena solución para retener partículas y otros contaminantes del aire en interior, no eliminan microorganismos. Por su parte, el Ozono ofrece ventajas en cuanto a seguridad, efectividad y sostenibilidad. Así, es uno de los oxidantes más potentes de la naturaleza; al ser un gas llega a todos los rincones, donde la desinfección manual es difícil; desinfecta sin dañar los materiales porque necesita bajas concentraciones y bajos tiempos de exposición; no daña las pantallas de móviles y ordenadores, ni la piel del mobiliario, ni los textiles delicados; tiene una alta eficacia como desodorizante, al eliminar el origen de los olores desagradables; y se produce in situ, reduciendo al mínimo la huella de carbono e impacto ambiental. Y además, se descompone rápidamente, volviendo a ser oxígeno y sin dejar subproductos químicos.

La mala calidad del aire en los espacios interiores en los que vivimos y desarrollamos nuestras actividades diarias es la causa de múltiples problemas de salud, que pueden ir desde una simple fatiga, irritabilidad o dificultad para concentrarse, hasta alergias, pasando por contagios en cadena de enfermedades tan frecuentes como una gripe. Los sistemas de purificación para mejorar la calidad del aire en interiores son las soluciones más efectivas frente a cualquier agente contaminante que pueda perjudicar la salud de las personas.

www.alimarkert.es

Así viaja el coronavirus por el aire cuando un enfermo tose frente a alguien

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Los físicos han establecido modelos de cómo las gotas de fluidos son transportadas desde la boca hasta que acaban cayendo al suelo (o llegan a otra persona), pudiendo recorrer hasta 6,6 metros en caso de las partículas más pequeñas

La transmisión del coronavirus a través de las gotas suspendidas en el aire, o aerosoles, es uno de los caballos de batalla de los físicos, que intentan crear modelos para predecir cómo se comportarán estas moléculas para poder adoptar medidas cada vez más eficaces contra el contagio. En un nuevo artículo publicado en « Physics of Fluids», investigadores del Instituto de Computación de Alto Rendimiento A*STAR han llevado a cabo un estudio numérico sobre la dispersión de gotas utilizando una simulación del flujo de aire a alta resolución.

Así fue como los físicos hallaron que una sola gota, generada por una tos, con un tamaño de 0,1 milímetros transportada en un aire que corre a 2 metros por segundo, puede viajar hasta 6,6 metros e incluso más si el aire es seco. «Además de usar una máscara, encontramos que el distanciamiento social es generalmente efectivo, ya que se muestra que la deposición de gotas se reduce en una persona que está al menos a un metro de la generación de la tos», explica Fong Yew Leong, uno de los autores del estudio.

Estelas de aire alrededor del posible nuevo infectado

Una tos típica emite miles de gotas en un amplio rango de tamaños: las gotas grandes se depositan rápidamente en el suelo debido a la gravedad, si bien el chorro de tos podría proyectarlas un metro incluso sin viento. Por el contrario, las gotas de tamaño mediano se pueden evaporar en gotas más pequeñas, que son más ligeras y fáciles de ser transportadas, además de ser capaces de viajar más lejos.

Los investigadores utilizaron diferentes softwares matemáticos que relacionaron el flujo de aire y las gotas de tos transportadas alrededor de dos cuerpos humanos: el que produce la tos y otra persona que está frente a él. Por otro lado, se tuvo en cuenta varias velocidades del viento y otros factores ambientales, como la humedad, así como un análisis desde varios ángulos para poder identificar las posibles trayectorias de estas gotas portadoras de SARS-CoV-2. Así descubrieron que en torno al ser humano sobre el que se tose se crean una suerte de estelas que alteran la trayectoria de las gotas.

Dispersión de gotitas (vistas laterales, de arriba hacia abajo) de una sola tos para dos personas separadas 1 m en (a) t = 0.52s, (b) t = 1s, (c) t = 3s y (d) t = 5s
Dispersión de gotitas (vistas laterales, de arriba hacia abajo) de una sola tos para dos personas separadas 1 m en (a) t = 0.52s, (b) t = 1s, (c) t = 3s y (d) t = 5s – Instituto A * STAR de Computación de Alto Rendimiento

Estos modelos también tuvieron en cuenta las carcterísticas biológicas del virus, como el contenido no volátil en la evaporación de las gotas en el modelo de la dispersión en el aire. «Una gota que se evapora retiene el contenido viral no volátil, por lo que la carga viral aumenta de manera efectiva», explica Hongying Li, otro de los autores del estudio. «Esto significa que las gotas evaporadas que se convierten en aerosoles son más susceptibles de ser inhaladas profundamente en el pulmón, lo que causa infección en la parte inferior del tracto respiratorio, algo que no ocurre en el caso de las gotas no evaporadas más grandes». Es decir, que los aerosoles y la carga vírica que portan se dirigen directamente al pulmón por las vías respiratorias, causando una infección más aguda y directa que si el virus se expande desde nuestra boca o fosas nasales.

Apuntes sobre el estudio

No obstante, los investigadores advierten que estos hallazgos también dependen en gran medida de las condiciones ambientales, como la velocidad del viento, los niveles de humedad y la temperatura del aire ambiente, además de que los modelos están basados en otros estudios existenes sobre la viabilidad del coronavirus que provoca el Covid-19.

Por otro lado, esta investigación se centró sobre todo en la transmisión aérea al aire libre en climas cálidos y húmedos, si bien el siguiente paso de los físicos es aplicar sus hallazgos en entornos interiores y exteriores donde se reúnen multitudes, como salas de conferencias o anfiteatros. La investigación también podría aplicarse al diseño de entornos que optimicen la comodidad y la seguridad, como las habitaciones de los hospitales que tengan en cuenta el flujo de aire interior y la transmisión de patógenos en el aire.

Fuente: www.abc.es

La contaminación del aire le cuesta a España 926 euros por habitante al año

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La contaminación del aire le cuesta a España 926 euros por ciudadano al año, según un estudio publicado este miércoles por la asociación Alianza Europea de la Salud que cuantifica las muertes prematuras, los tratamientos médicos o las bajas laborales ligadas a las micropartículas, el ozono o el NO2.

El estudio, que examina 432 ciudades de la Unión Europea (UE), el Reino Unido, Noruega y Suiza, con un total de 130 millones de habitantes, establece que la contaminación del aire supone un coste adicional medio de 385 millones de euros por ciudad al año y un total de 166.000 millones de euros al año, con datos de 2018. La media europea por ciudadano se sitúa en 1.250 euros anuales, lo que representa el 3,9 % de los ingresos de las ciudades, añaden.

La incidencia per cápita varía en función de la localidad, con una tendencia a cuantías más altas en grandes ciudades con mucha contaminación, gran densidad de población y salarios más altos.

El caso de España

En el caso de España, el mayor coste por habitante corresponde a Barcelona, con 1.256 euros y seguida de Guadalajara (1.183), Madrid (1.169), Coslada (1.033), La Coruña (1.033), Palma de Mallorca (1.024), Toledo (970), Leganés (959), Talavera de la Reina (956) y Logroño (922).

Les siguen Bilbao, con 917 euros anuales por habitante, San Sebastián (858), Valencia (849), Valladolid (838), Gijón (827), Santander (818), Zaragoza (790), Pamplona (765), León (671), Badajoz (593), Zamora (593) y Santa Cruz de Tenerife (382).

No obstante, en términos absolutos y debido a que tiene más población, el mayor coste general corresponde a Madrid, con más de 3.383 millones de euros al año, mientras que el dato agregado para Barcelona se queda en 2.020 millones de euros anuales.

El análisis se basa en una «robusta metodología» apoyada en «numerosos estudios» de economistas medioambientales para atribuir un valor monetario a los costes sociales de la polución aérea adoptados en el estudio con 16 factores sanitarios que se pueden medir, indica la asociación que elabora el informe, de la que forma parte la Fundación Española del Corazón.

«Posteriormente, los impactos físicos se monetizaron utilizando un marco de valoración desarrollado en el Manual de Costos Externos revisado por pares publicado por la Dirección General de Movilidad y Transporte de la Comisión Europea», explican los autores del estudio.

Londres, Bucarest y Berlín

A continuación, esos costes sociales se determinaron específicamente en cada localidad en función de los niveles de contaminación local y el tamaño y la estructura del municipio en términos de edad o nivel de vida. Las ciudades con mayores costes vinculados a la mala calidad del aire, según el estudio, son Londres (11.380 millones de euros al año), Bucarest (6.350 millones) y Berlín (5.340 millones).

El tamaño de las ciudades, señala el estudio, tiene una incidencia directa en los costes, de forma que los 25 municipios con mayores «pérdidas» son localidades de más de un millón de habitantes. «En gran medida, la situación puede verse influenciada por las políticas de transporte y las ciudades pueden reducir los costes cambiando a la movilidad urbana de cero emisiones», señala la secretaria general de la EPHA, Sascha Marschang.

La polución aérea es responsable de más de 400.000 muertes prematuras al año en la Unión Europea, según la Comisión Europea. 

Fuente: www.elperiodico.com